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Encarnar la denuncia, corear la resistencia : bosquejo de un arte vivo feminista

Photo : Maëlys Meyer

El público está sentado en una sola fila alrededor del improvisado espacio escénico. Veintinueve mujeres permanecen en la sombra a espaldas de los espectadores. En el centro de la sala, una trigésima está inmóvil, con la parte superior del cuerpo enroscada. De repente, el silencio se rompe con el eco de repetidos golpes: las veintinueve mujeres chocan sus palmas contra sus pechos al unísono, imitando el ritmo de los latidos del corazón. La trigésima, animada por este latido colectivo, curva lentamente su torso. Súbitamente, lo endereza – los latidos cesan – y lanza un grito prolongado y desgarrador, que parece contener todo el sufrimiento del mundo.

Con esta escena abre 30 somos, la obra adaptada del cuento Bosquejo de alturas de la escritora argentina Alicia Kozameh. Inspirada en la vida de su autora, quién vivió el encarcelamiento durante la dictadura militar en Argentina, la obra narra la historia de 30 mujeres recluidas en la cárcel de una comisaría. La obra original (en español) ha sido transformada en una creación multilingüe por la directora francesa Sylvie Mongin-Algan, en co-creación con Claudia Quiroga y Verónica Santos: se representa alternando el francés, español y lengua de señas francesa, intercalando pasajes en alemán y portugués; reúne a 30 actrices de Francia, España, Argentina, Chile y Brasil, entre otros países. En noviembre de 2022 y marzo de 2023, la compañía de teatro Les Trois-Huit organizó varias representaciones de la obra en el Centro de Historia de la Resistencia y la Deportación (CHRD) en Lyon, un lugar cargado de historia, ya que allí estuvieron encarcelados los prisioneros de la Gestapo durante la Ocupación.

 

RELATAR LAS MÚLTIPLES MEMORIAS DEL ENCARCELAMIENTO

Treinta mujeres están encarceladas en el sótano de una prisión. Treinta mujeres que hablan por turnos y se desplazan por el escenario como un solo cuerpo para relatar el sufrimiento físico y psicológico del encierro: hambre, frío, privaciones, humillaciones, tortura y violencia sexual. Esta obra que trata sobre la memoria de la violencia política es innovadora en su producción: se presenta periódicamente en varios países de Europa y Latinoamérica, integrando cada vez nuevas actrices y sus propuestas de interpretación. Notablemente, este año, el texto se tradujo y representó por primera vez en lengua de señas francesa.

A través de su itinerancia, su constante reformulación a pesar de las fronteras geográficas y lingüísticas, y la reunión de mujeres de diversos contextos sociopolíticos, el proyecto 30 somos nos hace reflexionar sobre el carácter universal de la violencia política. Pone en diálogo los múltiples relatos de esta violencia, sea la del franquismo, de las dictaduras sudamericanas, de la Alemania nazi o de la URSS. También cuestiona las formas en que se fabrica la memoria: ésta no es un material inerte, necesita ser colectivamente reelaborada, reescrita y enriquecida. La polifonía de voces que se entretejen en este proyecto nos recuerda que la memoria colectiva es un proceso creativo que debe incorporar una pluralidad de narrativas y subjetividades, especialmente cuando se elabora sobre heridas profundas que desgarran el tejido social.

 

Más allá del recuerdo de la dictadura, la obra también alimenta la reflexión sobre la disidencia política en un sentido más amplio, al trasponer el simbolismo del encierro a situaciones de enclaustramiento íntimo y psíquico que viven las mujeres y los cuerpos feminizados. Las actrices que encarnan a las treinta presas hacen eco de todas las mujeres (afro-latinoamericanas, indígenas, trans, queer, sordas) que sufren la opresión constante del patriarcado sobre sus cuerpos y subjetividad disidente, sin importar el régimen político vigente.

Así lo atestigua Nizra Dinamarca, uno de las 30 actrices del proyecto, con quién tuvimos el gusto de conversar después de conocer la obra. Nizra es de Chile; es dramaturgo y performer de drag king. En la obra, interpreta a la vez el personaje de una presa y el de una celadora. « Este papel fue muy importante para mí, explica, porque me permitió expresar lo que viví y aprendí desde la calle en Chile durante las protestas de 2019. La represión y los abusos de la policía hacia los manifestantes fue terrible ». Durante la representación de la obra en Lyon, Nizra llevaba una vistosa camiseta roja con la frase « El futuro es no binario » escrita en la espalda. Desde su punto de vista, este traje es una forma de desviar el discurso y la representación de la violencia; le permite reivindicar y al mismo tiempo contradecir la masculinidad agresiva que encarna en el escenario. « El carácter brutal de la celadora me permitió dar voz a esta violencia, pero también blandir este lema que hace referencia a mi lucha personal », resume.

 

DEL ESCENARIO AL ESPACIO PÚBLICO, LAS ARTES VIVAS COMO ARMA DE RESISTENCIA

30 somos va más allá de los límites convencionales de la escritura teatral: recurre al lenguaje de la danza, con un amplio trabajo sobre el movimiento corporal, y a una escenografía horizontal para transmitir el relato de una memoria disidente. A través de esta visión artística particularmente innovadora, los cuerpos feminizados se convierten en territorios de resistencia frente a la violencia política. En este sentido, el proyecto se asemeja a la creación escénica feminista que ha florecido en las calles de Latinoamérica desde 2016, en consonancia con los movimientos sociales. El performance « Un violador en tu camino » del colectivo chileno Las Tesis, que dio la vuelta al mundo en 2019, es sin duda el ejemplo más famoso de esta « nueva escena » popular y feminista (véase más abajo).

Este performance se organizó por primera vez en la ciudad de Valparaíso en Chile, de dónde proceden las fundadoras del colectivo. La grabación presentada arriba corresponde a la primera representación del performance que se dio en Santiago de Chile, el 25 de noviembre de 2019, en el marco del Día mundial contra la violencia hacia las mujeres. La intervención ocurrió en un contexto muy particular, ya que el estallido social sobrevenido un mes antes en la capital estaba en su plena expresión. El lugar de la manifestación no se eligió al azar: las mujeres están reunidas frente a la sede de los Carabineros de Chile; esta misma institución policial que perpetró actos de tortura y crímenes contra los disidentes políticos bajo el mando de Pinochet cometió numerosos abusos y agresiones sexuales contra lxs manifestantes durante las marchas del 2019.

El texto coreado por las participantes denuncia no solamente la violencia sexual ejercida por la policía, sino también todo el sistema que avala estos actos, tanto en el imaginario cultural como dentro de las instituciones –lo que en Francia se denomina como « cultura de la violación » (culture du viol)–, y hace cargar siempre a las mujeres la responsabilidad de la violencia que se ejerce sobre sus cuerpos. Las Tesis desarrollaron la letra del canto a partir de la síntesis de los trabajos de grandes intelectuales feministas (como Rita Segato, Virginie Despentes, Silvia Federici o María Lugones). El colectivo actúa a favor de la difusión de textos feministas y su transposición a otros tipos de lenguaje (visual, escénico) para convertirlos en herramientas de pedagogía y acción militante. Reivindican el uso del collage y del performance como modalidades esenciales para poner en acción su pensamiento, ya que estos permiten « juntar, superponer y diseñar en el espacio elementos sin una jerarquía ni una verticalidad, dejando que los espectadorxs decidan, desde un lugar activo, qué es lo que leen de la obra, qué miran, y qué eligen retener »[1].

La intervención que llevan a cabo con « Un violador en tu camino » aparece como un auténtico manifiesto de resistencia basado en el cuerpo. Cada cuerpo que compone la multitud de mujeres se reapropia del discurso opresivo y derriba el estigma patriarcal (« Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía / El violador eras tú / El violador eres tú / Son los pacos / Los jueces / El presidente »). Gracias a su unidad, su magnitud y la potencia evocadora de la puesta en escena, el cuerpo colectivo de las participantes reclama el espacio público. Esta recuperación del espacio es aún más significativa frente a un orden patriarcal que pretende excluir sistemáticamente a las mujeres y cuerpos feminizados de la escena política-pública.

Duerme tranquila, niña inocente,
Sin preocuparte del bandolero
Que por tu sueño dulce y sonriente,
Vela tu amante el carabinero.

« Un violador en tu camino », Las Tesis.

Más allá de su planteamiento ultra-contemporáneo (denunciar la violencia sexual en la actualidad), « Un violador en tu camino » nace de un auténtico trabajo reflexivo sobre el anclaje de la memoria en el presente. En efecto, los ojos vendados de las protagonistas remiten al trato de las presas y presos políticos bajo la dictadura; el título mismo del performance es una falsificación del lema « Un amigo en tu camino », que era el que usaban los carabineros bajo el régimen de Pinochet[2]. Las Tesis apuntan a la violencia intrínseca de las instituciones que se arrogan el monopolio de la defensa y protección de las personas, aun cuando poseen el « ADN del patriarcado » y conciben cualquier orden político a partir de la opresión y tutelaje de los cuerpos feminizados[3]. A través del lenguaje escénico, Las Tesis insisten en la continuidad histórica del régimen de violencia patriarcal; organizan la transgresión de un espacio del poder, dónde mujeres unidas pueden reivindicar su presencia, así como su potencia como actoras de contestación política.

LasTesis es uno de los numerosos colectivos feministas que buscan socavar el orden político-patriarcal a través del lenguaje del performance. Como ellas, las activistas de Yeguada Latinoamericana son igualmente revolucionarias en sus prácticas. Durante su performance « Orden y Patria » (realizada en octubre de 2019 en Santiago), las integrantes del colectivo se arrodillaron con el rostro tapado, pecho desnudo y calzones abajo en el Monumento a los Carabineros Mártires de Chile, y luego frente a la sede de la misma institución, blandiendo las letras « V-I-O-L-A-D-O-R-E-S »[4]. Cuando le preguntamos al respecto, Nizra nos cuenta que este tipo de acciones artísticas comenzaron a crecer en Chile a partir del 2015, a raíz de las movilizaciones feministas en Argentina. « La lucha de nuestras hermanas del movimiento #NiUnaMenos cruzó la cordillera », explica Nizra. « El arte se apoderó realmente del espacio público con las marchas feministas del 8M, y luego con el estallido social. El performance se convirtió en un arma política contra las autoridades, porque nos permitía transmitir un mensaje fuerte sin entrar en confrontación directa con la policía y los militares, y por lo tanto evitar sus agresiones y balas ». Si bien existía este fervor creativo en los círculos feministas y queer antes de 2019, se potenció y expresó plenamente con el estallido social.

CONCLUSIÓN: MANIFIESTO PARA UN ARTE ESCÉNICO FEMINISTA

El parentesco entre esta escena feminista nacida en las calles de Latinoamérica y la dinámica del proyecto 30 somos se evoca con fuerza en una de las escenas de la obra, cuando las actrices corean un fragmento de « Un violador en tu camino ». Esta elección artística fue inspirada por Nizra y la actriz franco-chilena Nicole Mersey, otra integrante del proyecto. « Creo que las voces de las mujeres del Sur son importantísimas en esta obra, resalta Nizra, las de Argentina, Chile, pero también Brasil con la presencia de Verónica [Santos], la única mujer racializada del grupo ». En su opinión, las voces de las mujeres y feministas latinoamericanas deben ser escuchadas en Francia porque hablan de formas de violencia específicas a la estructura social en el continente: « Nosotras las mujeres y artistas latinoamericanas no nos volvimos feministas porque necesitábamos competir desde una perspectiva ideológica: nuestro feminismo es tan poderoso porque es una sobrevivencia, no una ideología. Salimos a la calle y alzamos la voz porque nos violan, nos matan y nos desaparecen con total impunidad ».

¿Cuál es la potencia transformadora del arte escénico frente a la violencia política-sexual y de género? Mediante sus propuestas artísticas, las mujeres del proyecto 30 somos y las activistas latinoamericanas ofrecen respuestas inspiradoras. Trasladan la sintaxis feminista al escenario, demostrando que este es un invaluable recurso para generar resistencia, resiliencia y transformar la sociedad. Por medio de la colaboración, la co-escritura y la libre reapropiación de textos y discursos, favorecen procesos creativos que permiten el surgimiento de una memoria co-construida desde abajo, desde la calle y el campo de la intimidad. Esta memoria compuesta por múltiples subjetividades que entran en diálogo propicia la representación de personas históricamente invisibilizadas por las instituciones patriarcales.

En otras palabras, sus prácticas son el contrapunto de un arte patriarcal rígido, que impone la verticalidad de su narrativa y « secuestra todo lo que se pretende dotado de politicidad »[5]. Frente a la consagración de « grandes hombres » y sus obras, frente a las narrativas nacionales que institucionalizan la memoria (borrando, minimizando o subordinando el papel de las mujeres y disidencias en la historia), estas mujeres abren el camino a una refundición comunal, plural e inclusiva de la creación artística.


Sarah Tlili  |   élise pia

avril 2023

A Nizra, agradecemos con mucho cariño tu tiempo, amabilidad y generosidad; gracias por todos los increíbles contenidos visuales que nos compartiste. Queremos agradecer también a la artista visual y fotógrafa Maëlys Meyer por las maravillosas fotos de la obra.

Notas

[1] Entrevista a Las Tesis en el podcast Langosta Literaria, diciembre 2022.

[2] Magda Sepúlveda Eriz, “Colectivo Las Tesis. Performance y feminismo en el Chile de la protesta social del 2019” in Revista Letral, n°27, 2021, p. 205.

[3] Veáse Rita Segato, « Manifiesto en cuatro temas » in Critical Times, 2018 (1/1), p.212-225. Sobre el anclaje de la memoria en el performance de LasTesis, veáse Javiera Manzi y Fernanda Carvajal, « La violencia que no ves. Interrupciones feministas y cuerpos fuera de lugar en la performance de LasTesis » in Mora, vol. 26/1, 2020.

[4] Las imágenes de este performance están disponibles en la página de Registro Contracultural.

[5] Rita Segato, Ibid.

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Diez años de revueltas populares en Chile | Entrevista con Eduardo Pavez

Foto: Eduardo Pavez Goye
Santiago, octubre de 2019. Las imágenes del pueblo chileno en las calles dan la vuelta al mundo. Lejos de ser un hecho aislado, el estallido social es el resultado de más de una década de luchas lideradas por la sociedad civil. Mientras la redacción de la nueva Constitución votada por los manifestantes sigue su curso, Eduardo Pávez Goye, fotógrafo y dramaturgo chileno, repasa estos años de protesta.

La magnitud del levantamiento popular chileno (3 millones de personas) y su duración (6 meses de movilización continua truncada por la crisis sanitaria) sólo es igualada por la violencia que el gobierno de Sebastián Piñera usó para reprimir a los manifestantes (oficialmente hay 34 muertos, 3400 heridos y numerosas denuncias de tortura y abusos perpetrados por la policía).

Si bien el estallido social chileno nos pareció brutal e inesperado desde Europa, las escenas de protesta de octubre del 2019 están cargadas de historia. Desde conciertos improvisados versionando los grandes estándares de la nueva canción de los años 70 hasta el lema « No nos rebelamos contra 30 pesos sino contra 30 años de políticas neoliberales », la revolución de octubre de 2019 hunde sus raíces en una larga tradición de movimientos sociales populares. Las demandas de los años de Allende, después las que sacudieron Chile durante la consulta y la posdictadura, y finalmente las que desembocaron en las marchas estudiantiles de 2011, forjaron la identidad política de una nueva generación que ya tiene edad para estar en el poder.

En 2021, a pesar de la crisis sanitaria y de varias cuarentenas, las demandas populares siguen presentes y la recién elegida Convención constitucional tiene la difícil tarea de redactar una nueva Constitución representativa de la compleja realidad chilena. En este intenso período de convulsión política, Gabriel Boric, Irací Hassler, Camila Vallejo y Elisa Loncón son representantes de una nueva clase política chilena, joven, diversa y nacida de las olas de movilización de 2011 y 2019. Con ellos, una nueva identidad chilena se abre paso por fin en las más altas esferas del país, que hasta ahora han sido dominadas por los funcionarios de la dictadura y sus herederos.

El legado de la izquierda estudiantil: entre marchas y abusos policiales

 

El movimiento estudiantil de 2011 fue la mayor movilización en Chile desde el fin de la dictadura. La repetición de movimientos estudiantiles cada vez más populares -primero en 2001 con el « Mochilazo », luego en 2006 con la « Revolución pingüína », y finalmente en 2011- atestigua el creciente descontento de la población y en particular de los jóvenes. Estos movimientos populares son el resultado de un largo proceso de cuestionamiento del modelo neoliberal impuesto por el Gobierno de Pinochet en los años ochenta.

Si los estudiantes siempre han  estado a la vanguardia de este tipo de protestas, es porque la universidad ha sido históricamente el blanco del modelo neoliberal. Muy implicada en la oposición de los años 70 y 80, la población estudiantil encontró lógicamente un lugar de elección en la lucha contra el modelo educativo particularmente desigual inspirado por los Chicago Boys[1].

Entre las muchas personas que se unieron al movimiento en 2011 estaba Eduardo Pávez Goye, ahora dramaturgo, fotógrafo y estudiante de doctorado en la Universidad de Columbia en Nueva York. Aunque durante el estallido ya no era estudiante, fue como simpatizante y ex-participante en las marchas de 2006 contra la LOCE[2] que Eduardo decidió unirse a la protesta. En esos años, era guionista de televisión y fotógrafo aficionado; veía las manifestaciones como un buen ejercicio para practicar su arte con cámaras de película baratas. A medida que el movimiento cobraba fuerza y se intensificaba la represión de la policía contra los estudiantes, esta experiencia artística se convirtió en un verdadero proyecto personal. Eduardo describe como un « deber cívico » documentar la realidad de las manifestaciones.

Si tú no estás ahí registrando cuando le rompen la cabeza a un fotógrafo, nadie lo va a registrar. Se va a olvidar, y nadie lo va a creer; hay un registro histórico que depende de nosotros.

Como fue el caso con el movimiento AFI[3] durante las protestas de los años 80, él forma parte de una nueva generación que descubre la fotografía de protesta y se establece como una auténtica fuente de información alternativa a los grandes medios de comunicación. « Nuestra forma de hacer frente al poder mediático de la televisión y los periódicos era hacer fotos y colgarlas afuera de las universidades, en los pasillos de las escuelas y en las calles », explica entusiasmado desde su piso de Nueva York. Aunque han pasado 10 años, Eduardo no ha perdido ni un ápice de su pasión por el tema y su actualidad: « Hoy es un discurso mucho más aceptado, pero en 2011, cuando les decía a mis amigos ‘la policía va a las marchas, golpea la gente sin motivo, destruye semáforos y nos tira piedras’, nadie me creía. Me decían radicalizado o loco, pensaban que inventaba cosas ».

El movimiento estudiantil de 2011 marcó el inicio de una fuerte represión policial, que persiste en la actualidad. Esta violencia es un aspecto inevitable de las protestas y no hace más que reforzar su carácter histórico. De ahí nace la urgencia de registrar la realidad desde la calle, como bien lo relata Eduardo: « Esta sensación de peligro, violencia e injusticia, de que te puede matar la policía durante una marcha simplemente porque estás sacando fotos, me hizo sentir que era importante. El registro histórico de esta violencia depende de nosotros ».

Los fotógrafos presentes en las protestas de 2011 fueron testigos valiosos que contrarrestaron el discurso oficial del gobierno sobre las protestas. A medida que el movimiento social fue aumentando en Chile, las fotografías se exportaron a Argentina donde fueron presentadas en exposiciones y mediante la publicación de fanzines. Una iniciativa similar se renovó en el 2019 con el proyecto AMA[4] que documentó el registro de casos de violencia policial durante las marchas.

Romper con el legado de la dictadura

Para muchos jóvenes chilenos, las protestas de 2011 son un primer paso en la vida política y una puerta de entrada a multitud de preguntas sobre el estado de la sociedad y sus deseos de cambio. Como explica Sofía Donoso, investigadora del COES (Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social), el sentimiento de falta de representación del gobierno, de los diputados y los políticos es un fenómeno creciente desde la década de 2000. Los jóvenes chilenos ya no se reconocen en los partidos tradicionales; les resulta especialmente difícil sentirse satisfechos con el modelo dominante, mientras se enfrentan al desempleo, a un sistema educativo elitista y a una precariedad económica creciente. En este sentido, esta generación es diferente a la generación tradicionalista que creció en los años 80, que antepone la familia y el trabajo a los asuntos políticos. Los fracasos del sistema neoliberal fomentado por la dictadura hacen que la nueva generación pierda confianza en los preceptos de consumo excesivo, compra a crédito y endeudamiento promovidos por el capitalismo.

Esta brutal diferencia de modo de vida, provocada por niveles de pobreza cada vez mayores, afecta especialmente a los jóvenes y nutre su resentimiento. « El sistema es cada vez más violento. Siempre he sentido mucha rabia contra este sistema que nos prometió tanto cuando éramos niños, mientras mataba y torturaba a la gente para sobrevivir » comenta Eduardo, recordándonos las profundas huellas dejadas por la dictadura en la sociedad chilena del siglo XXI. Para él, las marchas de 2011 expresan a su manera el desafío a la narrativa nacional impulsada por el régimen de Pinochet y sus defensores durante décadas. « El discurso que predica que Allende era malo y que era necesario matar a los comunistas basta para la derecha radical, pero ya no convence la mayoría de los chilenos. Hay que seguir combatiendo a esta derecha, diseccionándola, cuestionándola y desarmándola, por toda la gente que está marchando en las calles » añade Eduardo. La sociedad chilena sigue polarizada, sobre todo en el tema de la época de Pinochet y la impunidad de los antiguos « oficiales de la dictadura », que siguen siendo populares entre una parte de la población y que todavía consiguen ocupar el frente del escenario, como fue el caso con José Antonio Kast durante las elecciones presidenciales o Jorge Arancibia Reyes, antiguo ayudante de campo de Pinochet y miembro de la comisión de derechos humanos de la nueva Constitución.

Sin duda, el movimiento de 2011 llegó demasiado pronto; una parte de la población no estaba preparada para llevar a las urnas las reivindicaciones de la calle. A pesar de la duración y tenacidad de los manifestantes y de algunas concesiones del gobierno, la esperanza acabó por desvanecerse. « Todos teníamos la esperanza de cambiar el sistema educativo chileno en aquel momento… Pero no ocurrió », lamenta Eduardo, añadiendo que « [se fue] de Chile con el corazón roto por la política ».

Desde el 2011, personalidades del movimiento estudiantil han llegado a ocupar cargos de representación en el Congreso nacional o el Gobierno. Un ejemplo es Camila Vallejo, dirigente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh) y reconocida internacionalmente, que ha contribuido a llevar la voz del descontento popular a la Cámara de Diputadas y Diputados de Chile como representante del PCCh (Partido Comunista de Chile). Esta nueva generación creó el Frente Amplio, una coalición política que culminó en las elecciones legislativas de 2017 con la elección de 20 diputados y un senador. Sofía Donoso se refiere al Frente Amplio como un « partido-movimiento »: un partido que es el resultado directo de la movilización social y cuyos integrantes se han formado políticamente fuera de los cauces habituales, lo que les confiere una mayor legitimidad ante un pueblo desalentado por los modelos políticos tradicionales.

Más allá de su escala y duración, las protestas del 2011 produjeron cambios fundamentales en el sistema educativo chileno, como lo evidencia la derogación de la principal ley de educación secundaria, así como los aumentos sustanciales de presupuesto o la creación de nuevos organismos públicos reguladores y becas. Las encuestas revelaron que el 70% de la población apoyaba el movimiento y sus demandas de una educación gratuita y de buena calidad.

Pero se siguen teniendo recelos sobre la capacidad de los exlíderes estudiantiles a aplicar realmente sus políticas. A menudo, personas como Camila Vallejo, Giorgio Jackson y Gabriel Boric son consideradas « figuras mediáticas » más que verdaderos portavoces de los manifestantes. Como explica Sofía Donoso, « cuando un partido político se siente amenazado, hace esfuerzos por integrar figuras provenientes de la base del movimiento social ». Pero al « profesionalizarse », estas figuras pierden parte de la autenticidad y legitimidad que podrían haber tenido entre sus compañerxs activistas. Si bien los principales líderes de 2011 tuvieron que  amoldarse a la política y transigir con el poder gobernante a lo largo de estos últimos 10 años, han contribuido en centrar el debate político en cuestiones feministas, raciales y medioambientales.

En el 2019, el movimiento social se enriquece en términos de identidad. Se afana por celebrar su pasado, reformular los símbolos de la identidad chilena y multiplicar las referencias a viejas luchas sociales, especialmente las de la Unidad Popular de Allende. Durante las marchas, la canción « El pueblo unido jamás será vencido » (interpretada por el grupo Inti-Illimani) es retomada por miles de personas en la Plaza de la Dignidad; la multitud baila al compas del chinchín y de canciones tradicionales como el « Baile de la tinaja » en las calles de Santiago. Se reivindica una cultura que había sido denigrada mucho tiempo por el gobierno, como bien lo enfatiza Eduardo: « Las canciones oficiales de las fiestas patrias instauradas durante la dictadura no eran la cueca tradicional del campo, sino la cueca latifundista, con armonías importadas de Europa, un hermoso traje y un pañuelo blanco… Era un baile de salón, en definitiva ». A esta imposición cultural se agregó la ideología mítica del individualismo, importada de Estados Unidos, que influyó en gran parte sobre la economía y la cultura bajo Pinochet. « Creo que las protestas de 2019 han reinventado una identidad que la gente asume con orgullo, algo que la derecha no puede borrar. Es el orgullo de una tradición que no es ni del campesino ni del policía; una especie de contracultura que hunde sus raíces en nuestro patrimonio cultural multiétnico » concluye Eduardo. 

La reivindicación de este pasado negado y de un estado pluriétnico fueron puntos nodales en los debates que animaron la sociedad chilena y la Convención constitucional. Y a pesar de la victoria del rechazo a la primera propuesta de nueva Constitución el pasado mes de septiembre, el cambio está en marcha en Chile. « La situación política y los bloqueos institucionales sólo pueden llevar a otra revuelta social en los próximos años », opina Eduardo. « Mi único temor es que sea aún más violenta que la de 2019, porque lamentablemente la gente ya no tiene mucho que perder », concluye.

Élise Pia

Lyon, mayo de 2022.

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Entrevistamos a Eduardo en septiembre de 2021. Desde entonces, la situación política en Chile cambió mucho, ya que la propuesta de una nueva constitución fue rechazada por el pueblo chileno. Volveremos sobre las razones de este rechazo en un próximo artículo.

Muchas gracias a Eduardo Pavez Goye por su tiempo, sus respuestas y sus fotos. Las fotografías compartidas en este artículo provienen de su serie fotográfica « Campos de batalla« . Pueden encontrar y apoyar sus diversos proyectos acá

Más sobre este tema…

Aquí pueden consultar artículos sobre la crisis política en Chile publicados por Revista Anfibia.

♦  También pueden escuchar « La pregunta que enfrenta Chile: ‘¿Quiere usted una nueva constitución? », episodio del podcast El hilo23 de octubre de 2020.

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[1]Los Chicago Boys son un grupo de economistas chilenos formados en la universidad de Chicago por su fundador Milton Friedman, ardiente defensor del liberalismo en los años 1970. De regreso a Chile, ayudaron a llevar a la práctica las reformas liberales de la política económica del gobierno de Pinochet, a las cuales Friedman se refería como al « milagro chileno » y que desde entonces han sido ampliamente criticadas. 

[2] La Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, implementada durante la dictadura, definía el nivel mínimo de enseñanza en la escuela primaria y secundaria. Su reforma fue una de las principales demandas de la Revolución pingüina. 

[3] Entre 1981 y 1990, la Asociación de fotógrafos independientes (AFI) permitió la difusión de fotografias no oficiales, tomadas durante las marchas en las calles de Santiago, que escapaban los cauces de comunicación del gobierno.

[4] Un proyecto que puede consultarse en el siguiente enlace: Proyecto AMA. Archivo de Memoria Audiovisual.

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Dix ans de révoltes populaires au Chili | Entretien avec Eduardo Pavez

Photo: Eduardo Pavez Goye (2011)
Santiago, octobre 2019. Les images du peuple chilien dans la rue font le tour du monde. Loin d’un événement isolé, l’« estallido social » est le résultat de plus d’une décennie de luttes menées par la société civile. Alors que l’écriture de la nouvelle constitution plébiscitée par les manifestants est toujours en cours, Eduardo Pavez Goye, photographe et dramaturge chilien,  revient sur ces années de contestation.

L’ampleur du soulèvement populaire chilien (3 millions de personnes) et sa durée (6 mois de mobilisation continue coupés par la crise sanitaire) n’a d’égale que la violence avec laquelle le gouvernement de Sebastián Piñera réprime les manifestants (on dénombre officiellement 34 morts, 3400 blessés et de nombreux signalements de torture et d’abus de la part des forces de l’ordre).

Mais si l’estallido chilien a pu nous sembler brutal et inattendu vu d’Europe, les scènes de protestations d’octobre 2019 sont en réalité remplies d’histoire. Des concerts improvisés reprenant les plus grand standards de la nueva canción (Nouvelle Chanson) des années 1970 au slogan “On ne se révolte pas contre 30 pesos mais contre 30 ans de politique néolibérale », la révolution d’octobre 2019 trouve son origine dans une longue tradition de mouvements sociaux populaires. Les revendications des années Allende, puis celles qui ont secoué le Chili de la concertation et de la post-dictature, et enfin celles qui ont mené aux marches étudiantes de 2011, ont forgé l’identité politique d’une nouvelle génération aujourd’hui en âge d’être au pouvoir.

En 2021, malgré la crise sanitaire et plusieurs confinements, les revendications populaires sont toujours présentes et l’assemblée constituante nouvellement élue a la lourde tâche d’écrire une nouvelle constitution représentative de la complexe réalité chilienne. Dans cette intense période de bouleversements politiques, Gabriel Boric, Irací Hassler, Camila Vallejo ou encore Elisa Loncón sont autant de représentants d’une nouvelle classe politique chilienne, jeune, diverse et issue des vagues de mobilisations de 2011 et 2019. Avec elle·ux, c’est une nouvelle identité chilienne qui fait enfin son entrée dans les plus hautes sphères du pays, jusqu’alors dominées par les fonctionnaires de la dictature et leurs héritiers. 

Photo : Eduardo Pavez (2011)
L’héritage de la gauche étudiante, des manifestations aux violences policières 

Le mouvement étudiant de 2011 constitue la plus forte mobilisation au Chili depuis la fin de la dictature ; on ne  compte pas moins de 1 129 manifestations cette année-làLa répétition des mouvements étudiants, de plus en plus populaires – en 2001 d’abord avec le “Mochilazo”, en 2006 avec la “Revolución pingüína” puis en 2011 –, témoigne d’un un mécontentement croissant de la population, et particulièrement de la jeunesse. Ces mouvements populaires sont le fruit d’un long processus de remise en cause du modèle néo-libéral imposé par le gouvernement Pinochet durant les années 1980.

Si les étudiant·es ont toujours semblé être au-devant de ce type de soulèvement, c’est que l’université a été prise pour cible par le modèle néo-libéral. Très impliquée dans l’opposition des années 1970 et 1980, la population étudiante a logiquement trouvé une place de choix dans la lutte contre le modèle éducatif particulièrement inégalitaire inspiré des Chicago Boys[1].

Parmi les nombreuses personnes qui rejoignent le mouvement en 2011, on trouve Eduardo Pávez Goye, aujourd’hui dramaturge, photographe et doctorant à la Columbia University de New York. Bien que n’étant déjà plus étudiant, c’est en tant que sympathisant et ancien participant aux marches de 2006 contre la LOCE[2] qu’Eduardo décide d’aller manifester. Alors scénariste pour la télévision et photographe amateur, il y voit chaque jeudi un bon exercice pour se faire la main sur des appareils argentiques peu coûteux. Tandis que lors le mouvement gagne de l’ampleur et que la répression des forces de l’ordre envers les étudiants s’intensifie, cette expérience artistique se transforme en véritable projet personnel ; Eduardo décrit comme un “devoir civique” le fait de documenter la réalité des manifestations. 

Si tu n'es pas là pour immortaliser le moment où un photographe se fait assommer par la police, personne d'autre ne le fera. [...] L'archivage de ces moments historiques dépend de nous.

En écho au mouvement de l’AFI[3] durant les manifestations des années 1980, le jeune homme fait partie d’une nouvelle génération qui découvre la photographie contestataire et s’établit comme une véritable source d’information alternative face aux médias traditionnels. « Notre manière de faire face à la puissance médiatique des chaînes de TV et des journaux a été de prendre des photos puis de les afficher devant les universités, dans les couloirs des écoles et dans les rues » m’explique-t-il avec enthousiasme depuis son appartement new-yorkais. Bien que 10 ans ont passé, Eduardo n’a rien perdu de sa passion pour le sujet et son actualité : « Aujourd’hui, c’est un discours bien plus admis, mais, en 2011, quand je disais à mes amis ‘la police va aux manifs, tabasse les gens sans raison, détruit les feux de signalisation et nous jette des pavés’, personne ne me croyait. Ils me pensaient radicalisé, ou se disaient que j’étais fou, que j’inventais des choses ».

Le mouvement étudiant de 2011 marque en effet le début d’une forte répression policière, qui persiste aujourd’hui. Part inévitable des manifestations, cette violence ne fait que renforcer l’aspect historique de celles-ci, et rend vital le besoin d’archiver et de documenter la réalité du terrain, comme le raconte Eduardo : « Ce sentiment de danger, de violence et d’injustice, de sentir qu’on peut être tué par des policiers pendant une manifestation, simplement parce qu’on prend des photos, cela m’a fait comprendre que c’était important. Si tu n’es pas là pour immortaliser le moment où un photographe se fait assommer, on l’oubliera. L’archivage de ces moments historiques dépendait de nous, et c’est ce qui nous poussait constamment à retourner dans les manifestations ». 

Les photographes présents lors des manifestations de 2011 sont autant de témoins précieux qui contrecarrent le discours officiel des autorités. Alors que le mouvement social grandit au Chili, les expositions de leurs travaux s’exportent dans les pays voisins. Une semblable initiative est d’ailleurs reconduite en 2019, avec le projet AMA[4], qui documente et répertorie les cas de violences policières dans les manifestations.

Rompre avec l’héritage de la dictature

Pour beaucoup de jeunes Chiliens, le mouvement étudiant de 2011 représente un premier pas dans la vie politique du pays et une porte d’entrée vers une multitude de questionnements sur l’état de la société et leurs envies de changement. Comme l’explique Sofía Donoso, chercheuse au COES (Centre d’Etudes du Conflit et de la Cohésion Sociale), le sentiment d’un manque de représentativité du gouvernement, des députés et des politiques en général est un phénomène grandissant depuis les années 2000. La jeunesse chilienne ne se reconnait plus dans les partis traditionnels et trouve particulièrement difficile de se contenter du modèle dominant, alors qu’elle est confrontée au chômage, à un système éducatif à deux vitesses et à une précarité grandissante. Elle se distingue en cela de la génération traditionaliste qui a grandi dans les années 1980, et qui tend à mettre la famille et le travail avant la politique. Les défaillances du système néolibéral et individualiste promu par la dictature poussent la jeune génération à perdre confiance dans les principes de consommation excessive, d’achat à crédit et d’endettement promus par le système capitaliste.  

 

Cette différence brutale de mode de vie, causée par une précarité toujours croissante, marque particulièrement les jeunes et nourrit leurs ressentiments. “Le système est de plus en plus violent. J’ai toujours ressenti beaucoup de colère contre ce système qui nous a tant promis quand nous étions enfants, alors qu’il tue et torture des gens pour perdurer”, explique Eduardo, revenant ainsi sur les profondes traces laissées par la dictature dans la société chilienne du XXIème siècle. Car les marches de 2011 participent, à leur façon, à une remise en cause du roman national promu par le régime de Pinochet et ses défenseurs depuis des décennies.

“Le discours qui prône qu’Allende était mauvais et qu’il fallait tuer les communistes, c’est peut-être encore suffisant pour la droite radicale, mais ça ne l’est plus pour 80 % des Chiliens. Il faut cependant continuer à combattre cette droite, à la disséquer, la démanteler et la désarmer, pour toutes les personnes qui manifestent dans le rue” ajoute Eduardo. Car la société chilienne reste polarisée, notamment sur la question des années Pinochet et de l’impunité des anciens “fonctionnaires de la dictature”, toujours populaires dans une partie de la population, et qui parviennent encore à occuper le devant de la scène, comme l’a fait José Antonio Kast lors de l’élection présidentielle ou Jorge Arancibia Reyes, ancien aide de camp de Pinochet et membre de la commission pour les droits de l’homme de la nouvelle constitution.

Mais le mouvement de 2011 arrive certainement trop tôt, et une partie de la population n’est pas prête à faire valoir dans les urnes les demandes de la rue. Malgré la longueur et la ténacité des manifestants et quelques concessions du gouvernement, l’espoir finit par s’étioler. “On avait tous l’espoir de changer le système éducatif chilien à ce moment-là… Mais ça n’est pas arrivé » raconte Eduardo, avant d’ajouter qu’il est « parti du Chili le cœur brisé par la politique”.

Depuis 2011, des personnalités issues du mouvement étudiant ont pu accéder à des fonctions représentatives au Sénat ou au gouvernement. On pense par exemple à Camila Vallejo, auréolée de son statut de dirigeante de la Fédération des Étudiants de l’Université du Chili (FECh) et d’une reconnaissance internationale, qui a participé à porter la voix d’un certain mécontentement populaire au sein du parlement sous l’étiquette du PC. Cette nouvelle génération s’est exprimée à travers la création du Frente Amplio, une coalition politique qui a culminé aux législatives de 2017 par l’élection de 20 parlementaires et un sénateur. Sofía Donoso parle du Frente Amplio comme d’un “parti-mouvement”, soit un parti directement issu d’une mobilisation sociale et dont les représentants se sont formés à la politique en dehors des circuits habituels, ce qui leur confère une plus grande légitimité auprès d’un peuple découragé par les modèles politiques traditionnels.

Si les anciens leaders étudiants du mouvement de 2011 ont pu s’établir aussi bien en politique, c’est aussi car ce mouvement était le plus important dans l’histoire du pays – avant l’estallido de 2019. Au-delà de leur ampleur et de leur durée, les manifestations ont abouti à des changements de fond dans le système éducatif chilien, comme l’abrogation de la principale loi sur l’enseignement secondaire, de substantielles hausses de budget, la création de nouveaux organismes publics de régulation, ou encore la création de bourses. Les sondages ont révélé que 70% de la population soutenait le mouvement et ses demandes en faveur d’une éducation gratuite et de bonne qualité.

Mais des réserves subsistent sur la capacité des anciens leaders étudiants à réellement pouvoir implémenter leur politique. Car les figures les plus connues du grand public – à savoir Camila Vallejo, Giorgio Jackson et Gabriel Boric – ont souvent pu être considérées comme “les figures des médias” et non pas de vrais porte-parole des manifestants. Comme l’explique Sofía Donoso “quand un parti politique se sent menacé, il va faire des efforts pour se rapprocher des mouvements sociaux qui sont, par définition, plus proches des demandes directes du peuple.” Mais en permettant à des figures issues de ces mouvements de se « professionnaliser », le pouvoir en place leur fait également perdre une partie de l’authenticité et de la légitimité qu’elles pouvaient avoir auprès de leurs compagnons militants. Mais si les figures de proues de 2011 se sont assagies  au fil des années et des compromis avec le pouvoir en place, elles ont néanmoins participé à représenter une société civile qui défend des problématiques féministes, raciales et environnementales.

En 2019, le mouvement s’enrichit d’un point de vue identitaire et a à cœur de célébrer son passé, en revisitant l’identité chilienne et en multipliant les références à d’anciennes luttes sociales, en particulier celles de l’Unidad Popular d’Allende. Lors des manifestations, on peut entendre le groupe Inti-Illimani interpréter la chanson El Pueblo Unido Jamás Sera Vencido, reprise en choeur par des milliers de personnes sur la Plaza de la Dignidad, ou voir des gens jouer du chinchín dans les rues de Santiago, et scander des chansons traditionnelles comme El Baile de la tinaja, ce qui apparaît comme la réinterprétation d’une culture longtemps dénigrée par le pouvoir en place.

Les chansons officielles des fêtes patriotiques instaurées pendant la dictature, ça n’était pas la cueca traditionnelle de la campagne, c’était la cueca latifundiste, avec des harmonies importées d’Europe, un beau costume et un mouchoir blanc… une danse de salon, en somme”.  Cette imposition culturelle s’est accompagnée d’une idéologie mythique de l’individualisme, pur produit de l’école de Chicago, qui a influencé une grande partie de l’économie et de la culture sous Pinochet. Un mythe hérité de la dictature, mais qui s’est imposé avec le temps comme la vérité officielle. “Je crois que les soulèvements de 2019 ont réinventé une identité, quelque chose dont les gens sont fiers, et que la droite ne peut pas effacer. La fierté d’une tradition qui n’est ni celle du paysan, ni celle du policier ; une sorte de contre-culture qui puise à la source de nos traditions pluri-ethniques” affirme Eduardo.

La revendication d’un passé longtemps dénigré et la proclamation d’un État pluri-national sont des points nodaux dans les discussions politiques qui ont animé l’Assemblée constituante et le pays au cours des derniers mois. Et malgré la victoire du rechazo (non) à la première proposition de nouvelle Constitution en septembre  dernier, le changement est en marche au Chili. « La situation politique et les blocages institutionnels ne peuvent que mener à une autre révolte sociale dans les années qui viennent » affirme Eduardo, « Ma seule crainte est qu’elle soit encore plus violente que celle de 2019, car les gens n’ont hélas plus grand chose à perdre » conclut-il.

Élise PIA

Lyon, mai 2022.

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Nous avions rencontré Eduardo en mai 2022. La situation politique au Chili a connu de nombreux rebondissements depuis, puisque la proposition de nouvelle Constitution a été rejetée par les Chilien·nes. Nous reviendrons sur les raisons de ce rejet dans un prochain article.

Un grand merci à Eduardo Pavez pour son temps, ses réponses et ses photos. Les clichés partagés dans cet article sont issus de la série photographique « Campos de batalla ». Le travail photographique d’Eduardo et ses différents projets sont consultables ici.

Pour aller plus loin…
 « Une transition difficile vers la démocratie : Chili, le poids du passé« , Les Nuits de France Culture, 4 septembre 2022.
• Dossier spécial consacré a la crise au Chili dans Revista Anfibia.

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[1]Les Chicago Boys sont un groupe d’économistes chiliens formés à l’Université de Chicago par son fondateur, Milton Friedman, ardent défenseur du libéralisme durant les années 1970. De retour au Chili, ils aideront à définir les réformes ultra-libérales de la politique économique de la dictature de Pinochet, souvent nommée par Friedman « le miracle chilien » et fortement contestée depuis.

[2] La Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, instaurée pendant la dictature, fixait le niveau d’enseignement minimum exigé en primaire et secondaire. Sa réforme fut l’une des principales demandes de la « Revolución pingüína ».

[3] L’Asociación de fotógrafos independientes (AFI) a permis, entre 1981 et 1990, la diffusion de photographies non officielles, prises notamment lors de manifestations dans les rues de Santiago, échappant aux canaux de diffusion de la dictature militaire.

[4] Un projet qui peut être consulté au lien suivant : Proyecto AMA. Archivo de Memoria Audiovisual.